| Estereotipos, La agenda de género en el mundo, Política
El artículo que
esta vez les compartimos, es una crónica de cómo se está desarrollando en Gran
Bretaña el debate sobre el sexismo.
Nos pareció
ilustrativo traer a colación ejemplos prácticos del protagonismo que temas de
la agenda de género está cobrando en el mundo y de cómo cada sociedad da esa
discusión y encuentra soluciones. Por eso seguramente volveremos con relatos
como el que sigue en próximas entregas.
En este caso,
el eje de la discusión lo traza el cuestionamiento social a eventos y
comportamientos que hasta ahora permanecían “ocultos” o “naturalizados”, por ejemplo,
el acoso sexual de políticos encumbrados a sus subalternas, o las diferencias
en el salario de las mujeres en comparación con el de los hombres que realizan
una tarea similar.
Un párrafo
aparte merece “la Cena de los Presidentes”, un evento “tradicional” del
establishment político y empresarial londinense, que se celebra (o celebraba)
anualmente con el elegante fin de recaudar fondos para obras solidarias, pero
al precio de exponer a la mujer al abuso de los hombres invitados, que se
divertían con ellas. A costa de ellas.
Elegimos
destacar dos cosas sobre esto: primero, respecto al hecho de que solamente se
invitaba a hombres, se nos ocurrió pensar: ¿sería porque se decidía de antemano
que las mujeres no podían llegar a la posición de “presidente” en la política y
las empresas? Por suerte, la realidad ha demostrado lo contrario.
En segundo
lugar, dejamos abierta para su tratamiento en las aulas y salas de profesores
la cuestión de la participación de las mujeres, que de algún modo fortalecen su
propio sometimiento al aceptar cumplir su rol de objetos en reuniones como
estas. Por supuesto, entendemos que no siempre se ha tratado de elecciones
libres, al ser ellas empujadas por la necesidad o el desconocimiento, pero es
un aspecto que está bien tratar desde que Nietzche nos advirtiera sobre “la
moral de esclavo”, que hace posible la esclavitud.
Como sea,
pensamos que un punto gravitante de este “capítulo británico del debate sobre
el género” es que se desarrolla en una sociedad con un apego particular a las
costumbres, cristalizadas en general como verdaderas “instituciones”, muchas
veces, la armadura de los prejuicios sexistas que en esta sección nos
concentramos en desmontar.
Por supuesto,
lo destacable de todo esto es que, como se verá, las cosas no quedaron en el
debate y las palabras, sino que empiezan a tener consecuencias prácticas, no
solamente dadas por las renuncias de los hombres denunciados y las mujeres
disconformes, sino sobre todo, por la sanción de ciertas leyes orientadas al
corazón de algunos de estos problemas, como la normativa que obligará a las
empresas a hacer públicas la diferencias salariales entre hombres y mujeres, o
la propuesta de revisar los mecanismo de selección y contratación del personal
de ciertos funcionarios públicos.
A continuación,
el artículo completo.
Los
escándalos avivan el debate sobre el sexismo en Gran Bretaña
“El primer
disparo fue directo al corazón de Westminster: a finales del año pasado, un
aluvión de acusaciones de acoso sexual por parte de diputados a sus subalternas
provocó la renuncia de dos ministros y la promesa de una revisión a fondo de
los procedimientos de contratación de los asistentes de los legisladores.
El segundo
proyectil alcanzó a la BBC: el 8 de enero, la prestigiosa delegada en China de
la corporación pública dimitió tras comprobar que cobraba sustancialmente menos
que dos compañeros varones en cargos equiparables, y denunció “una cultura
salarial secreta e ilegal” que discrimina sistemáticamente a las mujeres. Y el
tiro de gracia impactó de lleno la semana pasada, en las tripas del centro
financiero londinense.
Una periodista
del Financial Times se hizo pasar por una de las promotoras en la Cena de los
Presidentes, un banquete anual que recauda fondos para buenas causas entre el
establishment empresarial, financiero y político británico, que un maestro de
ceremonias definió acertadamente como “el evento más políticamente incorrecto
del año”.
Los 360
invitados eran solo hombres y, para servirlos, se reclutó a 130 promotoras
“altas, delgadas y bellas”, a las que se les exigió llevar ropa interior negra
a juego con las minifaldas que se les proporcionaban. A las mujeres se les hizo
firmar acuerdos de confidencialidad, se les prohibió llevar celular y se les
ofreció reiteradamente alcohol.
El movimiento
global contra el acoso y el sexismo, desatado tras el escándalo del productor
cinematográfico Harvey Weinstein, sacudió los pilares de la vida pública
británica. Que un diputado envíe a su asistenta a comprarle juguetes eróticos,
o que, como ocurrió la semana pasada, altos ejecutivos de la City se diviertan
manoseando a las promotoras habla de una persistente aceptación institucional
del acoso y el sexismo.
El escándalo de
la cena en que ejecutivos de la City se divertían al tocar a las jóvenes promotoras
se suma a las denuncias de acoso en el Parlamento y al debate sobre la
discriminación salarial.
Las promotoras,
según la periodista infiltrada en la cena benéfica, eran acosadas y toqueteadas
constantemente por algunos asistentes. Uno de ellos decidió mostrar su XXX a
una chica, y otro invitó a una a terminarse la copa de champagne, arrancarse la
bombacha y bailar encima de la mesa. Los premios de la subasta benéfica
incluían un vale por una operación de cirugía estética para “añadir un poco de
picante a su esposa”, un té con el gobernador del Banco de Inglaterra y una
comida con el ministro de Relaciones Exteriores, Boris Johnson.
De momento, el
escándalo provocó el cierre de la organización benéfica, que montaba el evento
desde hace 33 años; la dimisión de un funcionario del Ministerio de Educación
que ostentaba la copresidencia de la organización, y un clamor para que el
ministro de Infancia y Familia, Nadhim Zahawi, que acudió a la cena, haga lo
propio. Dos hospitales infantiles devolvieron el dinero que recibieron de la
subasta, y el gobierno anunció una revisión de las cláusulas de
confidencialidad.
Hechos como el
de la Cena de los Presidentes, denuncian los críticos, ponen de manifiesto la
persistencia de una decadente cultura de club de caballeros que no ayuda a la
paridad en los círculos del poder, por mucho que una mujer ostente el más alto
cargo político del país, como es la primera ministra Theresa May.
“Pensaba que
este tipo de actitud de cosificación de la mujer era algo del pasado”, dijo May
tras el escándalo. “Lamentablemente, lo que muestra ese evento es que sigue
habiendo mucho por hacer. Yo continuaré trabajando, como hice durante todo mi
tiempo en la política, para que realmente podamos decir que las mujeres son
respetadas, aceptadas y tratadas como iguales”, añadió.
Gracias al
trabajo de la diputada laborista Harriet Harman, para abril próximo todas las
empresas británicas con más de 250 empleados deberán hacer públicas sus
diferencias salariales entre hombres y mujeres. Algunas lo hicieron ya -655 de
un total de cerca de 9000- y el resultado no es excesivamente alentador. En la
empresa financiera Virgin Money, por ejemplo, las mujeres cobran de media un
32,5% menos que los hombres; en la empresa de aviación EasyJet, un 51,7% menos.
Los dos principales partidos, por su parte, aún no hicieron públicas sus
cifras.
En 2018 se
cumplen 100 años desde que las mujeres tienen derecho a voto y a presentarse a
elecciones al Parlamento británico. En 2016 se cosechó una victoria que supo a
derrota: el total de mujeres elegidas a lo largo de la historia para la Cámara
de los Comunes llegó a 455. El mismo número de diputados varones que se
sentaban en la Cámara solo en esa legislatura.”
*De La Nación del 27 de enero de 2018
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