martes, 23 de agosto de 2016

Relación con Fahrenheit 451: quema de libros.

Algunos ejemplos muy conocidos referidos a la literatura infantil: la prohibición, en 1978, de La torre de cubos, de Laura Devetach, por su ilimitada fantasía (atención) y porque se suponía criticaba cosas sagradas como la propiedad privada y el principio de autoridad (en uno de los cuentos, por ejemplo, había un árbol, el árbol de Bartolo, que en vez de hojas daba cuader­nos. Y Bartolo los regalaba a los chicos pobres del pueblo, atentando, claro, contra los intereses del Vendedor de Cuadernos, y el principio de autoridad y los valores tradicionales de nuestra cultura, y la sagrada familia, etcétera, etcétera). Otro ejemplo, el de Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Isabel Borneman, acusado de incitación a la huelga...
Muchísimos libros fueron prohibidos, secuestrados y/o destruidos debido a lo sospechoso de sus títulos: así ocurrió con La cuba electrolítica, El cubismo, La revolución surrealista, El problema del niño zurdo y otros (cosa que ahora puede sonar desopilante, pero que en su momento les aseguro que no).
Fue también en 1978 que, después de detener a catorce empleados y de clausurar los depósitos de una prestigiosísima editorial que tenía a Boris Spivacow, un editor como no hubo otro, a la cabeza - el Centro Editor de América Latina, conocido en el ambiente editorial como La Escuelita, pionero en casi todo, también en la literatura infantil -, se produce la quema de toneladas de libros. Los libros comenzaron  a arder exac­tamente a las tres de la tarde, en unos baldíos de Avellaneda. Y ardieron durante varios días, ante los ojos azorados de la gente, en especial de los chicos. Y entre esos libros se encontraban, por ejemplo, todos los tomos de La Nueva Enciclopedia del Mundo Joven, dedicado a los niños y jóvenes, que estuvo a cargo de escritores, científicos y especialistas del más alto nivel y que, según mi opinión, aún hoy no ha podido ser superada. Recuerdo ahora algunos libros del Centro Editor prohibidos por "exceso de antirracismo". Maravilloso. (Tan maravilloso como el exceso de fantasía de La torre de cubos...) Quema de libros que no fue la primera ni, lamentablemente, será la última, porque, como dice H. Ecco, la destrucción de libros supone la destrucción del Dios del enemigo: su memoria.


Tomado de : Cabal, G. La literatura infantil en Argentina

No hay comentarios: